El niño que nunca ha aprendido a actuar solo, a dirigir sus propias acciones, a gobernar su propia voluntad, se convierte en un adulto que se deja guiar fácilmente y debe apoyarse siempre en los demás. (Montessori, 2019)
“Sr. D, Tommy no me deja trabajar sola con Sam”.
“Robert babeó mi papel”.
“Ben me está dando patadas por debajo de la mesa”.
“Thai Lien habla de cosas inapropiadas”.
Era octubre, ¡y ya estaba deseando que llegaran las vacaciones de verano! Apenas había empezado el curso, pero estaba agotada. Nunca me había encontrado con un grupo de alumnos que chismeara tanto. La mitad de cada mañana la pasaba ayudando a los niños a resolver conflictos sobre lo que ellos consideraban “problemas graves”. Como resultado, sólo realizaba una fracción de las lecciones que había planeado, y cada día salía de la escuela sintiéndome desanimada e ineficaz. Cada mañana llegaba irritada, preparándome para lo inevitable. ¿Has tenido alguna vez un año así?
El maltrato puede ser uno de los comportamientos más difíciles y frustrantes para los profesores. Si no se aborda eficazmente, puede volverse contagioso, como ocurrió en mi clase. Pero sus efectos van más allá de la molestia. El maltrato puede perjudicar a la comunidad de la clase, generando resentimiento, desconfianza (tanto hacia los adultos como hacia los compañeros), comportamientos de búsqueda de atención, dependencia de los adultos, desequilibrios de poder e incluso venganza.
¿Qué es el maltrato?
Antes de profundizar, definamos el chismorreo. El chismorreo se produce cuando un niño denuncia el comportamiento de otro niño que podría abordar por sí mismo de forma segura e independiente. No es lo mismo chismorrear que denunciar un comportamiento inseguro o buscar ayuda para resolver un conflicto de forma constructiva. Esta distinción entre chismorrear y contarlo es crucial para apoyar y guiar a los niños mientras desarrollan habilidades sociales y se desenvuelven en la comunidad del aula.
Durante mi “Año del Chivatazo” (YOT), me sentí tan abrumada por el gran volumen de informes que empecé a perder de vista esta importante diferencia. Todo lo que me decían me parecía chismorreo. Esto nubló mi juicio, y empecé a cometer errores a la hora de distinguir cuándo los niños necesitaban realmente apoyo y cuándo debía abstenerme de intervenir.
Los niños pequeños y los más pequeños de una clase de primaria (de 1,5 a 3 años) están empezando a utilizar el lenguaje para compartir problemas, establecer límites y relacionarse socialmente. Cuando informan de un problema o piden ayuda, suele tratarse de una petición inocente, aunque no siempre formulada con gracia. Del mismo modo, los nuevos alumnos de cualquier edad suelen pedir ayuda mientras se adaptan a las normas sociales del aula. Estas peticiones pueden parecer chismorreos, pero reflejan una auténtica necesidad de apoyo. Además, los alumnos con diferencias de desarrollo o aprendizaje pueden pedir ayuda para desenvolverse en situaciones sociales e informar de problemas por frustración, lo que también puede parecer chismorreo.
El maltrato como mal comportamiento suele empezar cuando los niños están desarrollando habilidades sociales y de resolución de problemas, alrededor de los 3-4 años. En esta etapa, denunciar el mal comportamiento de otro niño puede adquirir nuevas motivaciones. Buscar atención, afirmar poder, tomar represalias o evitar resolver el problema por sí mismos pueden manifestarse en el comportamiento chismoso. En el primer plano del desarrollo, el chivateo suele centrarse en “las normas”. En el segundo plano, se desplaza hacia cuestiones de “justicia”. A medida que los niños crecen, el chismorreo a los adultos evoluciona hacia el chismorreo a los compañeros, que también conocemos como cotilleo (tema para otro artículo).
¿Por qué chismorrean los niños?
Los niños chillan porque funciona. Los adultos bienintencionados, deseosos de ayudar, suelen intervenir. A veces, los profesores suponen que el relato del chismoso es exacto y se dirigen al otro niño sin más averiguaciones, sobre todo si el niño chismoso tiene fama de portarse mal. Otras veces, este tipo de rescate es más sutil, como ayudar a resolver un problema que el niño podría resolver por sí mismo, explicar el comportamiento de otro niño o prometer “hablar con el otro niño más tarde”.
Ya sea de forma flagrante o sutil, rescatar refuerza el chivateo. Un estudio de la Universidad Queen’s de Belfast descubrió que los profesores respondían positivamente (ya fuera de forma descarada o reforzando sutilmente el comportamiento) al chivateo el 69% de las veces (Ingram y Bering, 2010). ¡Esto fue precisamente lo que ocurrió en mi clase!
Las consecuencias de una cultura de la chabacanería
Cuando el chismorreo se arraiga en la cultura del aula, los niños adquieren una sensación de “poder” al implicar a los adultos, en lugar de aprender a resolver los problemas por sí mismos. Los profesores, a su vez, pueden tener una sensación de control al intervenir para resolver los problemas rápidamente. Sin embargo, el éxito de estas intervenciones suele ser efímero.
Al carecer de las habilidades y la confianza necesarias para manejar los conflictos de forma independiente, los niños dependen cada vez más de la intervención de los adultos, lo que no sólo abruma a los profesores, sino que agrava el problema. Al final, ni los profesores ni los alumnos desarrollan el verdadero poder para abordar los retos con eficacia o fomentar la independencia.
El problema no acaba ahí. La cultura del chivatazo suele extenderse a los niños que informan a sus padres de los problemas de la clase, lo que aumenta la preocupación de los padres. Los profesores se encuentran entonces abordando comportamientos habituales en clase no sólo con los niños chismosos, sino también con sus padres. Esta fue la situación a la que me enfrenté durante mi YOT.
¿Qué podemos hacer?
La buena noticia sobre el chivatazo es que a menudo puede abordarse rápida y eficazmente con el enfoque adecuado. Fomentando la independencia y enseñando habilidades de resolución de problemas, podemos ayudar a los niños a manejar los conflictos de forma constructiva. Exploremos medidas prácticas para pasar de una cultura de chivateo a otra de colaboración e independencia.
Nota: Este artículo se centra en abordar la mala conducta del chivatazo. Es esencial que los niños se sientan seguros y confiados para denunciar comportamientos inseguros o situaciones que no pueden manejar de forma independiente. Abordaremos el problema de la falta de denuncia en otro artículo.
Preparar el entorno y al profesor
- Comunicación entre adultos: Asegúrate de que el equipo docente entiende claramente la diferencia entre contar y chismorrear. Informar a un profesor sobre algo o alguien que no es seguro no es chismorrear. Pedir ayuda sobre un problema que no sabes cómo resolver o para cuya solución necesitas ayuda tampoco es chismorrear. Sin embargo, denunciar el mal comportamiento de otro niño para “meterle en un lío”, llamar la atención o recibir un trato especial se considera chismorreo. Una definición clara ayudará a los equipos docentes a responder con coherencia.
- Utiliza la Reunión de Clase: La Reunión de Clase es una de las herramientas más eficaces para abordar el chismorreo. Este foro permite a los niños compartir sus preocupaciones y ser escuchados, redirigiendo la energía del chivateo y la culpabilización hacia la resolución constructiva de problemas. Mediante estas reuniones, los niños aprenden a resolver los problemas como una comunidad y comprenden rápidamente que nadie está nunca “en apuros” durante una reunión de clase.
- Centrarse en el compromiso: El chismorreo implica centrarse en el comportamiento de los demás. Sin embargo, fomentar un compromiso significativo mediante un trabajo cuidadosamente preparado y basado en la observación es nuestro objetivo principal, y una forma poderosa de prevenir comportamientos como el chismorreo. Los niños que están interesados, entusiasmados y profundamente comprometidos con su trabajo tienen muchas menos probabilidades de desviar su atención hacia las acciones de los demás.
- Área de resolución de conflictos: Considera la posibilidad de establecer un área designada, como una Mesa de la Paz, para que los niños resuelvan los conflictos. Este espacio intencionado y semiprivado fomenta la resolución independiente de problemas al proporcionar un entorno definido en el que los niños pueden trabajar juntos para abordar y resolver sus diferencias.
Gracia y cortesía
- Decir vs. Chismorrear: Dedica tiempo a enseñar a los niños la diferencia entre decir y chismorrear. Crea una tabla con dos columnas: una titulada “Decir” y la otra “Chismorrear”. Trabajad juntos en una lluvia de ideas con ejemplos para cada una. Para los niños de primaria, discute cómo puede afectar a las amistades el chismorreo y estudia qué hacer en su lugar.
- Cuándo contarlo: Tras enseñar la diferencia entre contarlo y chismorrear, dedica tiempo a identificar las situaciones en las que los niños deberían contárselo a un profesor (por ejemplo, comportamiento inseguro, agresión física, interacciones inapropiadas con adultos). Al abordar el chivateo, es importante asegurarse de que los niños se sientan seguros y confiados para buscar ayuda cuando la necesiten.
- Habilidades de resolución de conflictos: Adopta un modelo sencillo de resolución de conflictos y enséñaselo a los niños. Practica estas habilidades mediante juegos de rol. Puedes encontrar un ejemplo en Disciplina positiva en el aula Montessori, en las páginas 225-226.
- Lenguaje del “yo” y Bichos y Deseos: Enseña a los niños a compartir sus preocupaciones de un modo que invite a la otra persona a escuchar. Para alumnos de primaria y adolescentes: “Me siento ________, cuando tú ________, y deseo ________”. Para alumnos de primaria: “No me gusta cuando ________, y deseo ________”.(PDMC, páginas 202-206).
- Recordar a un amigo: Demuestra y practica cómo recordar a un amigo, respetuosamente, las normas básicas de la clase. Por ejemplo: “Mario, ¿recuerdas dónde va el juego de los sellos?” o “Me he fijado en ese ______. ¿Quieres que te ayude?”. Utiliza un lenguaje específico y haced juntos un juego de rol. Con alumnos de primaria y adolescentes, discute cómo transmitir un mensaje a un compañero con amabilidad y firmeza. Haced una lluvia de ideas juntos.
Respuestas al mal comportamiento
- Escucha reflexiva: A veces los niños sólo quieren que se les escuche. La Escucha Reflexiva ayuda a validar los sentimientos sin rescatar. Escuchar sin arreglar es una forma solidaria de ayudar a los niños a resolver sus propios problemas. A menudo, si los niños (y los adultos) se sienten escuchados, empiezan a idear soluciones por sí mismos de forma natural.
- Preguntas de curiosidad conversacional: Al igual que la escucha reflexiva, las Preguntas de curiosidad conversacional (PDMC, páginas 194-199) se centran en escuchar las preocupaciones del niño y ayudarle a resolver problemas de forma autónoma. Algunos ejemplos son: “¿Qué ha pasado?”, “¿Cómo te sientes?”, “¿Cómo pueden sentirse ellos?”, “¿Qué puede haber causado que eso ocurra?”, “¿Cómo podrías ayudar?”, “¿Cuál es tu plan para resolver esto?”.
- Evita dar consejos: Dar consejos se deletrea r-e-s-c-u-i-n-g. Invita a la dependencia o al resentimiento de los niños.
- Muestra fe: Responde con confianza en las capacidades del niño, por ejemplo “Gracias por hacérmelo saber. Confío en que puedas resolverlo por ti mismo. Hazme saber cómo va”.
- Rueda de Elección: Crea una Rueda de la Elección con los niños, con una lista de soluciones a los problemas habituales de la clase(PDMC, páginas 176-184). Cuando un niño chismee, redirígele a la Rueda de la Elección para fomentar la resolución independiente de problemas.
- Orden del día de la reunión de clase: Mantener una Reunión de clase agenda en un lugar central. Cuando un niño chismee, invítale a añadir su problema a la agenda para resolverlo en grupo.
- Observar para animar: Observa si progresa en la resolución independiente de problemas, en el liderazgo, en ayudar a los demás, en dejar pasar las cosas o en comunicarse directamente con sus compañeros. Registra las observaciones y dales ánimos concretos sobre su crecimiento. Celebra y reconoce incluso los pequeños éxitos.
Objetivos equivocados
Los niños pueden chismorrear por distintos motivos, a menudo ligados a objetivos equivocados. Comprender estas motivaciones puede ayudarnos a responder más eficazmente.
- Deshacer la Atención (Fíjate en mí, involúcrame útilmente): Cuando el objetivo erróneo de un niño es Deshacer la atenciónSi un niño se siente tentado a chismorrear, es posible que lo haga para llamar la atención o para recibir un servicio especial (por ejemplo, que le resuelvan un problema). Ayuda al niño a centrarse en lo que puede hacer para ayudar cuando tenga la tentación de chismorrear (por ejemplo, recordárselo a un amigo u ofrecerle ayuda). Redirígelos a la Rueda de la Elección y haz un seguimiento más tarde. Utiliza el humor, sobre todo con los niños mayores, por ejemplo “¿No será que quieres que se meta en líos?” (Asegúrate de conocer a tu público y de utilizar el humor adecuadamente).
- Poder equivocado (Déjame ayudar, dame opciones): Un niño que busca el poder puede chismorrear para afirmar su control o ser “el jefe”. Hazle preguntas de curiosidad conversacional, como “¿Cómo crees que puedes ayudar? Ofrece tareas significativas que proporcionen al niño formas constructivas de afirmar su poder. Dale opciones limitadas, como”¿Quieres añadir esto al orden del día de la reunión de clase o pedirle amablemente que pare? Tú eliges.
- Venganza (Estoy dolido, valida mis sentimientos): Un niño motivado por la venganza puede chismorrear para vengarse de heridas o injusticias percibidas. Utiliza la Escucha Reflexiva para validar sus sentimientos (validar no significa estar de acuerdo con su percepción). Establece unaconexión antes de corregir. Haz saber al niño que estás de su parte. Enseña y practica el uso de un área de Tiempo Fuera Positivo antes de informarte de un problema. Redirige al proceso de resolución de conflictos y apoya a ambos niños para que resuelvan el problema de forma colaborativa.
- Supuesta Ineptitud (No te rindas conmigo, muéstrame un pequeño paso): En este caso, el maltrato es la forma que tiene el niño de darse por vencido. Enseña y practica las habilidades de asertividad y resolución de conflictos de una en una, y reconoce incluso los progresos más graduales. Evita rescatarlo, porque puede confirmar la creencia del niño de que es incapaz. Muestra fe en sus capacidades diciéndole: «Hemos practicado esto juntos. Eres capaz. ¿Quieres que esté contigo cuando hables con ella o quieres intentarlo tú solo?
La historia de Olivia
Olivia, una niña de 5 años, tenía una relación difícil con su amiga Liliana. Cada vez que Liliana y Olivia discrepaban, Liliana daba una patada sutil a Olivia por debajo de la mesa. Liliana no sólo era sutil, sino también paciente, dándole patadas cada cinco minutos aproximadamente. Cuando Olivia se enfrentaba a ella, Liliana se limitaba a decir: “Lo siento, ha sido un accidente”. Sin saber cómo manejar la situación, Olivia, enfurecida, fue a informar de ello a su profesora, Kathy.
Tras escuchar a Olivia, Kathy intervino para “ayudar” a resolver el problema. Se acercó a Liliana y le dijo: “Liliana, ¿por qué das patadas a Olivia?”.
Al principio, Liliana lo negó, pero acabó admitiendo: “Le di una patada porque estaba siendo mandona”.
Kathy respondió: “Liliana, en nuestra clase no damos patadas a la gente. Si tienes un problema con una amiga, puedes hablarlo con ella”.
Liliana respondió: “De acuerdo”.
Sintiéndose realizada, Kathy dijo: “Gracias, Liliana”, y abandonó la escena.
Al parecer, esta interacción no resolvió el problema. Al día siguiente, Olivia tocó a Kathy en el hombro. “¡Lo está haciendo otra vez!”
Kathy volvió a hablar con Liliana y ésta le prometió que dejaría de hacerlo, pero no lo hizo. De hecho, el problema empeoró.
Aunque a Kathy le animaba que Olivia se sintiera segura acudiendo a ella en busca de ayuda (Olivia era nueva en el aula), se dio cuenta de que empezaba a desarrollarse una pauta, y ella formaba parte de ella. Con la intervención de Kathy, los informes de Olivia habían aumentado, y los desafíos entre Olivia y Liliana empeoraron.
Al darse cuenta de que su respuesta había pasado de ayudar a rescatar, Kathy habló con Olivia sobre su frustración con Liliana. Le preguntó si quería crear su propia Rueda de la Elección. Tras haber ayudado a hacer una Rueda de la Elección con la clase, a Olivia le entusiasmó la idea de crear la suya propia.
Juntos, identificaron cuatro opciones para la Rueda de la Elección de Olivia, que podría utilizar cuando se enfrentara a una interacción desafiante con Liliana o con cualquier otra amiga: Dejarlo pasar, buscar otra amiga con la que trabajar, utilizar Bichos y Deseos, y pedirle que se detenga con amabilidad y firmeza.
Aunque le llevó tiempo, práctica y ánimos, Olivia empezó a utilizar su rueda de forma independiente. Sus chismorreos disminuyeron, y ella y Liliana empezaron a resolver conflictos sin la intervención de Kathy. Kathy también pudo trabajar con Liliana, de forma proactiva, para ayudarla a desarrollar sus habilidades de resolución de problemas.
Mi YOT
Casualmente, mi YOT empezó a cambiar poco después de que introdujera la Rueda de la El ección en toda la clase. Utilizando la Rueda de la Elección y la Reunión de Clase, los niños empezaron a apropiarse de sus problemas y, poco a poco, con el trabajo de todos, el YOT pronto se desvaneció en el retrovisor.
Referencias
- Montessori, M. (2019a). Ciudadano del mundo. Editorial Montessori-Pierson
- Ingram, G. P., y Bering, J. M. (2010). El chivatazo de los niños: La denuncia de infracciones de las normas cotidianas en entornos preescolares. Desarrollo Infantil, 81(3), 945-957.
- Kennedy-Moore, E. (2018). Por qué los niños se chivan y qué hacer al respecto. Psychology Today. https://www.psychologytoday.com/intl/blog/growing-friendships/201806/why-kids-tattle-and-what-to-do-about-it#:~:text=What%20do%20children%20tattle%20about,percent%20focused%20on%20enforcing%20rules.
- Howard, J. (2024). ¿Es chismorrear o contarlo? Instituto Mente Infantil. https://childmind.org/article/tattling-telling-teaching-kids-report-broken-rule/
- Nelsen, J., DeLorenzo, C. (2021). Disciplina positiva en el aula montessori. Prensa para padres e hijos.
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