¿Es ésta tu aula?
Tomémonos un momento e imaginemos nuestras aulas en mitad del curso escolar. Es enero, la época más productiva del curso escolar. Pierdes la noción del tiempo porque los niños están normalizados. Trabajan diligentemente, mientras tú das clases sin parar durante toda la mañana. Hay un suave arrullo de actividad productiva que resuena por la habitación como una bruma matutina. Los niños limpian su trabajo cada vez que utilizan un material. No hay ni una miga en el suelo de la zona de merienda. Los niños resuelven sus conflictos sin problemas en el área de paz sin apenas supervisión. Nadie pisa una colchoneta. Las sillas se empujan cada vez; y, podrías salir de la sala para tomar una taza de café y volver 15 minutos después y los niños no te habrían echado de menos.
“La gestión del aula requiere años de práctica, e incluso los profesores más experimentados tienen momentos difíciles y, a veces, ¡años escolares enteros difíciles!”
Es una bonita visión, ¿verdad? Al fin y al cabo, ¿eso es lo que nos dijeron que pasaría cuando estábamos en formación? ¿Te suena a tu aula? Si no es así, ¡no eres el único! La gestión del aula requiere años de práctica, e incluso los profesores más experimentados tienen momentos difíciles y, a veces, ¡años escolares enteros difíciles! Al igual que los niños, somos aprendices permanentes que seguimos aprendiendo a través de nuestra propia experiencia y descubrimiento.
Los actos dicen mucho más que las palabras
Muchos profesores se dan cuenta de que los niños de su clase no siguen las normas básicas a mitad de curso. En respuesta, vuelven al principio y empiezan a recordar a los niños las normas básicas y a dar lecciones sobre las normas básicas que se dieron al principio del año. A menudo, los profesores comentan que se sienten como si estuvieran regañando cuando siguen recordando a los niños las normas básicas. Aunque los recordatorios pueden ser adecuados durante un breve periodo tras una larga pausa escolar, puede que no sean la respuesta a largo plazo al problema.
Si has tenido la experiencia de volver a empezar, a mitad de curso, y volver a enseñar las normas básicas, una buena pregunta que debes hacerte es: “¿Se olvidaron los niños de las normas básicas?”. Lo más probable es que no. El problema suele ser que, una vez introducidas las normas básicas, el seguimiento por parte de los adultos empezó a disiparse a medida que los niños se involucraban más con los materiales del aula.
El seguimiento consiste simplemente en actuar de acuerdo con lo que has dicho, sin utilizar sermones, recordatorios constantes (regañinas) ni castigos. Recordar a los niños lo que ya saben es una falta de respeto. Pero el seguimiento, de forma amable y firme, permite satisfacer las necesidades de la situación manteniendo la dignidad y el respeto de todos los implicados.
La importancia del seguimiento
Durante mi primer año de docencia, como profesora de Primaria Inferior, yo, como muchos profesores primerizos, descubrí que la tarea más difícil para crear un ambiente pacífico en el aula no consistía en dar las clases o preparar el aula, sino en controlar el “mal comportamiento” de los niños. Mis clases se veían interrumpidas; los niños perturbaban el ciclo de trabajo matutino; eran irrespetuosos entre sí y conmigo; ¡y no seguían las normas básicas!
Mientras tanto, mi mentora, Margaret, una veterana profesora de más de 20 años, entraba en la sala y todos los problemas que acababa de encontrar parecían desvanecerse. ¡Era desalentador! Parecía manejar las dificultades de comportamiento con tal falta de esfuerzo que me preguntaba si yo no tenía lo que hacía falta para ser una profesora Montessori eficaz.
Me alegra decir que mi mentora no sólo fue eficaz con los niños, sino también con los profesores inexpertos. Tenía experiencia con la Disciplina Positiva, y pudo transmitirme herramientas eficaces y concretas que pude poner en práctica. Una de las mayores lecciones que me transmitió fue la importancia del seguimiento con los niños.
Mi primera lección sobre la importancia del seguimiento llegó durante un día especialmente frustrante en el patio de recreo. Me acerqué a mi mentora, Margaret, y le pedí consejo. Le dije que me sentía culpable porque tenía la sensación de haber sido demasiado dura al manejar una situación, ya que acababa de imponer una “consecuencia” a mi clase de primaria por mostrar una conducta antideportiva. Les dije que tendrían que dar vueltas en educación física el resto de la semana para hacer ejercicio.
“Después de esta experiencia y de aprender a practicar el seguimiento a sugerencia de Margaret, los niños de mi clase empezaron a ser más cooperativos y respetuosos”.
Cuando hablé con Margaret, su respuesta me sorprendió. Estaba segura de que apoyaría mi plan de disculparme y abordar el problema de forma más positiva. Sin embargo, me conocía bien y sabía cuáles eran mis puntos débiles como nueva profesora. Lo que me pidió fue que cumpliera mi “consecuencia”. Estaba de acuerdo en que estaba siendo punitiva, pero creía que era más importante, por la seguridad de los niños, que supieran que cumpliría lo que había dicho que haría. Añadió algo así como: “Estarán bien. Estoy segura de que no les harás correr demasiado”.
No lo hice, pero aun así fue una semana larga.
La respuesta de los niños fue realmente profunda. Después de esta experiencia y de aprender a practicar el seguimiento (descrito a continuación) por sugerencia de Margaret, los niños de mi clase empezaron a mostrarse más cooperativos y respetuosos. Empezaron a mostrar más cooperación, no sólo conmigo, sino también entre ellos. Parecían mucho más seguros en el aula. Yo también me sentí más segura, sobre todo después de ver que era capaz de poner en práctica herramientas de gestión respetuosa de la clase que realmente funcionaban.
Los niños necesitan saber que pueden confiar en las reacciones de los adultos de la clase. Necesitan saber que los adultos piensan lo que dicen y dicen lo que quieren decir. Esto fomenta la autonomía y la autorregulación. Cuando las reacciones de los adultos son coherentes, amables y firmes, los niños pueden hacer predicciones precisas sobre lo que va a ocurrir a continuación, y esto les ayuda a regular sus propias acciones y reacciones. Contribuye a crear un entorno de independencia y seguridad socioemocional.
Pasos para el seguimiento (a partir de 4 años)
Los Pasos para el Seguimiento son una forma de seguimiento con alumnos mayores de Primaria y alumnos de Primaria y Secundaria. Esta herramienta funciona muy bien cuando un niño tiene un mal comportamiento repetitivo (no limpiar su almuerzo, empujar en la fila, distraer a los demás, etc.). Cuando imparto talleres de Disciplina Positiva, hay algunas herramientas específicas que recomiendo a los profesores que coloquen en la parte posterior de la puerta de su armario para una consulta rápida. Los Pasos para el Seguimiento son una de esas herramientas.
- Encuentra un momento en el que tú y el niño podáis dedicar al asunto toda vuestra atención.
- Mantén una conversación amistosa para reunir y compartir información sobre lo que les ocurre tanto al profesor como al alumno en relación con el problema.
- Toma una decisión (con el alumno, si procede) sobre lo que harás en el futuro.
- Cuando vuelve a surgir la cuestión, el profesor se limita a hacer una breve exposición de los hechos, como “Teníamos un acuerdo” o “Es hora de entrar”.
Sugerencias para un seguimiento eficaz
- Elige un momento “neutro” para tener esta conversación (no justo después del mal comportamiento).
- Sé abierto y sincero sobre lo que te ocurre cuando se produce el comportamiento.
- Escucha de verdad cuando el alumno exprese lo que le ocurre cuando se produce el comportamiento.
- Las soluciones o consecuencias acordadas deben ser razonables, afines, respetuosas y útiles, a largo plazo.
- Sé sincero sobre lo que te funcionará y lo que no te funcionará a la hora de acordar soluciones. Anima al alumno a hacer lo mismo.
- Cuando proceda, sé específico sobre los plazos y las consecuencias.
- Mantén los comentarios muy concisos. (“Me he dado cuenta de que no lo has hecho_______. ¿Podrías hacerlo ahora, por favor?”)
- Comprende que la mayoría de los niños y adolescentes pondrán a prueba los límites que les ayuden a establecer. Los límites no son límites hasta que se ponen a prueba. Los alumnos quieren saber que los adultos van en serio con lo que dicen. Cuando surjan objeciones al acuerdo, pregunta simplemente: “¿Cuál era nuestro acuerdo?”.
- En respuesta a otras objeciones, cállate, no digas nada y utiliza la comunicación no verbal para seguir adelante: señala el objeto que hay que recoger; sonríe con complicidad; coge al niño amablemente de la mano y llévalo hacia/lejos del asunto.
- Cuando el alumno acepte el acuerdo, expresa tu agradecimiento. “Gracias por cumplir nuestro acuerdo”.
“Cuando los adultos se toman tiempo para ser sinceros y abiertos, para escuchar y para implicar a los alumnos en la resolución de problemas, es más probable que los alumnos cooperen”.
Cuando los adultos dedican tiempo a ser sinceros y abiertos, a escuchar y a implicar a los alumnos en la resolución de problemas, es más probable que los alumnos cooperen. En este sentido, no son distintos de los adultos. ¿Has tenido alguna vez un jefe que resolviera los problemas hablando abiertamente de ellos con los que trabajaban para él, y los implicara en el proceso de resolución de problemas? ¿Cómo respondió la gente? ¿Cómo respondiste tú?
Utilizando los Cuatro Pasos para el Seguimiento, los profesores pueden trabajar con los alumnos para establecer límites claros y apropiados, fomentar la cooperación y crear un entorno de confianza y previsibilidad[JN1] Los recordatorios y los regaños por parte del adulto ya no son necesarios cuando los adultos disponen de una alternativa eficaz y respetuosa para establecer límites y hacer un seguimiento. Este enfoque no sólo disminuye el estrés de los niños o adolescentes, sino también el de los profesores.
Hasta la próxima…
¡Que tengas un maravilloso año escolar!