¿Te ha sermoneado alguna vez un adulto? ¿Lo recuerdas como algo especialmente eficaz, o te sentiste un poco como Charlie Brown escuchando a su profesor? “Waaa, waaa, waaa, waaa…” La mayoría de nosotros hemos tenido esta experiencia.
¿Te has encontrado alguna vez sermoneando a un niño, con la mejor de las intenciones, en un intento de ayudarle a aprender una lección o a procesar una situación de un modo que consideras productivo? Puede sonar algo así: “¡Mika! Dana está enfadada porque no mantuviste las manos en tu propio cuerpo. Si mantienes las manos en tu propio cuerpo, estoy seguro de que tus amigos respetarán tu trabajo. En clase siempre mantenemos las manos en el cuerpo”. Parece que MIka no lo hace. Comprender que nuestras acciones afectan a otras personas es una importante lección de vida. Sin embargo, ¿cuál podría ser la reacción de MIka en esta situación ante esta importante lección de vida dada por su profesor?
Educación viene de la raíz latina educare, que significa “sacar”. Demasiadas veces, los adultos intentamos atiborrarnos de información mediante conferencias (ya sean breves o largas), a pesar de que nuestra experiencia, tanto al darlas como al recibirlas, nos demuestra que las conferencias no son eficaces. En el calor del momento, la información que damos parece importante, relevante y correcta.
Las Preguntas de Curiosidad, son una herramienta increíble para ayudar a los niños a procesar una experiencia, un acontecimiento o una consecuencia natural, de modo que puedan sacar sus propias conclusiones y aprender de sus errores. Es una forma de Cuestionamiento Socrático. Para utilizar términos Montessori, el adulto utiliza el Cuestionamiento Socrático como control del error para que el niño aprenda mediante el autodescubrimiento. Observarás que la mayoría de las Preguntas de Curiosidad empiezan con “qué” o “cómo”.
Aquí tienes algunas Preguntas de Curiosidad:
- “Me di cuenta_________________. ¿Qué ha pasado?” (Escucha)
- “¿Cómo ha ocurrido?” (Escucha)
- “¿Qué ha provocado eso?” (Escucha)
- “¿Qué has aprendido de esta experiencia?” (Escucha)
- “¿Cómo piensas resolver el problema?” (Escucha)
- “¿Qué ideas tienes para evitar que esto ocurra en el futuro?” (Escucha)
- “¿Cómo puedo ayudar?” (Escucha)
He aquí un par de ejemplos:
Consecuencia natural
Rajiv, de 8 años, cogía un kit de limpieza de la estantería para limpiarse después de trabajar en un proyecto de geografía. Balanceaba el kit alrededor de su cuerpo mientras caminaba. Al atravesar la clase y balancear el kit de limpieza, chocó accidentalmente con el pequeño alfabeto móvil de una de las estanterías. El alfabeto móvil se desparramó por el suelo. Todo el contenido del kit de limpieza se cayó del kit, y la solución limpiadora se derramó por todo el suelo y por todas las tarjetas del alfabeto móvil. María, la profesora de Rajiv, lo vio todo. Se enfadó, pues vio cómo esta escena interrumpía a toda la clase, justo después de haber notado que los alumnos estaban muy ocupados. Además, le había pedido a Rajiv no menos de 5 veces esa semana que no balanceara el kit de limpieza. María decidió rápidamente dejar que la escena se desarrollara sin su intervención. Observó que varios niños dejaban su trabajo y empezaban a ayudar a Rajiv a limpiar el alfabeto móvil y el líquido limpiador. Durante la limpieza, los niños le preguntaron a Rajiv: “¿Podrías ser más servicial la próxima vez?”. Cuando los niños terminaron de limpiar, María se acercó a Rajiv, y en lugar de una reprimenda, seguida de un sermón, utilizó Preguntas de Curiosidad:
María : “Rajiv, ¿qué ha pasado con el alfabeto móvil?”
Rajiv: “Lo he volcado, por accidente.”
María: “¿Por qué ha pasado eso?”
Rajiv: “Bueno, estaba balanceando el kit de limpieza.”
María: “Vaya, ha sido un montón de lío para limpiar. ¿Qué has aprendido de esta experiencia?”
Rajiv: “Creo que no balancearé el kit de limpieza para no derribar nada.”
Maria: “Parece que te has dado cuenta.”
Dificultad social
Utilicemos el ejemplo anterior. MIka, de 4 años y medio, lo pasa muy mal con sus compañeros de clase. Se frustra con facilidad y luego pega. Durante el ciclo de trabajo de la mañana, el profesor se da cuenta de que MIka está llorando junto a su colchoneta. Hay piezas de mapa de puzzle por todo el suelo. La ayudante informa a la profesora de que Dana volcó su puzzle después de pegarle.
Profesor: “MIka, noto que estás muy triste. ¿Qué ha pasado?”
MIka: “Dana le dio la vuelta a mi puzzle y trabajé en él toda la mañana”.
Profesor: “Entiendo por qué estás tan triste. Te lo has currado mucho. Lo que provocó que Dana le diera la vuelta a tu puzzle”.
MIka: “Bueno, yo la golpeé. Me estaba mandoneando”.
Profesor: “Entonces, ¿te enfadaste y le pegaste?”
MIka: “Sí”.
Profesor: “Entonces, ¿qué ha pasado?”
MIka: “Entonces le dio la vuelta a mi mapa rompecabezas”.
Profesor: “¿Qué has aprendido de esto?”
MIka: “Quizá no debería pegar”.
Profesor: “¿Quieres que te ayude a hablar con Dana? Ella también parece triste”.
Niños más pequeños
Los ejemplos anteriores corresponden a niños mayores de 4 años. Los niños más pequeños a veces necesitan más indicaciones, ya que todavía son pensadores muy concretos.
Por ejemplo:
- “¿Qué pasaría si le trajeras a Dana la Rosa de la Paz en vez de pegarle?”.
- “¿Qué pasaría si cogieras la leche por el asa?”.
- “¿Cómo respondería si se lo pidieras amablemente?”
Evita las preguntas «¿Por qué?
- Sencillamente, ¿qué suelen decir los niños cuando les preguntamos “por qué”? ~ “No lo sé”.
Resultados
No podemos hacer que los niños aprendan lecciones importantes de la vida, pero podemos preparar el entorno social/emocional para aumentar sus posibilidades de tomar decisiones sanas y aprender de sus errores. Es importante señalar que los niños no siempre responden a las Preguntas de Curiosidad exactamente como nos gustaría. Pero como bien sabemos como Montessorianos, esa mirada fija en la distancia que demuestra que están pensando y procesando la situación es mucho más importante que la “respuesta correcta”.