Agresión física

Recordemos siempre que la disciplina interior es algo por venir, y no algo ya presente. Nuestra tarea consiste en mostrar el camino hacia la disciplina. (Montessori, 1995)

La agresión física es uno de los comportamientos más preocupantes y estresantes en las aulas. Recientemente, educadores Montessori de todo el mundo han informado de un aumento de los niveles de agresividad en los alumnos, sobre todo en los más jóvenes. Múltiples teorías sugieren razones para este aumento, como la reducción de las habilidades sociales, los retrasos en el desarrollo, las discapacidades de aprendizaje y comportamiento, la crianza permisiva o autoritaria, el aumento del tiempo frente a la pantalla, etc. Aunque es útil comprender estos factores, conocer la causa fuera del aula a menudo no resuelve el problema. Aunque localizáramos la causa, es difícil, si no imposible, cambiar esos factores externos para reducir la agresividad en el aula. Entonces, ¿qué podemos hacer?

Echemos un vistazo rápido al mal comportamiento en sí. La parte más fundamental de nuestro trabajo con los niños en un Aula Montessori es mantener un entorno seguro y pacífico para nuestros hijos. Sin embargo, la agresión física también es un mal comportamiento habitual y adecuado para el desarrollo de los niños pequeños y los alumnos de primaria. Los niños pegan a veces. ¿Por qué lo hacen?

En la clase de primaria, los niños más pequeños suelen pegar debido a limitaciones en su desarrollo, como el control de los impulsos, habilidades de comunicación limitadas e interpretaciones egocéntricas de los acontecimientos o las interacciones. Todavía están desarrollando la capacidad de regular sus emociones y respuestas, y de comprender el impacto de sus acciones (causa y efecto). (Liu, 2012). Tendría sentido, pues, que estemos viendo índices más altos de agresión física, ya que los niños pequeños muestran niveles disminuidos de autorregulación, en la actualidad.

En cambio, los alumnos mayores de primaria y los alumnos de primaria/adolescentes tienen más desarrollado el sentido de la conciencia social y la capacidad de autorregulación. Tienden a ser físicamente agresivos en respuesta a dinámicas emocionales o sociales más complejas. (Liu, 2012). Sus acciones suelen ser más deliberadas y estar motivadas por el desánimo social y sus objetivos erróneos. Con la disminución comunicada de las habilidades sociales apropiadas para la edad, también tiene sentido que veamos tasas más altas de agresión física en esta etapa del desarrollo.

Exploremos ahora cómo responder eficazmente a la agresión física. La forma en que respondemos puede mejorar o empeorar el problema en la clase. Los niños implicados -agresor, niño herido o niño(s) observador(es)- necesitan ver que el adulto se preocupa por todos los implicados y que mantendrá los límites y la seguridad de la clase con dignidad y respeto. Es esencial responder con amabilidad (comprensión y compasión) y firmeza (asertividad y confianza).

Responder con amabilidad y firmeza simultáneamente parece sencillo, pero no siempre es fácil, sobre todo cuando los niños están heridos. Cuando trabajo con profesores, suelo preguntar cuántos sienten que les “aprietan los botones” cuando ven que un niño hace daño a otro. Normalmente, más de la mitad levantan la mano. Esto es importante porque las fuertes reacciones emocionales de los adultos pueden dar lugar a respuestas agresivas. Por ejemplo, un profesor puede decir: “Joshua, en nuestra clase NO SE PEGA”, una respuesta agresiva a un comportamiento agresivo. Éste es uno de los errores más comunes que cometen los adultos.

Aunque la agresión necesita la intervención de un adulto, una respuesta agresiva de un adulto puede tener efectos dominó no deseados. Estos pueden incluir el distanciamiento del niño que se porta mal, el aumento de su agresividad, la búsqueda de chivos expiatorios por parte de los compañeros de clase, el comportamiento de imitación e incluso que los niños desarrollen miedo al profesor o al niño que se porta mal.

Si los adultos responden con demasiada firmeza o agresividad, modelan la agresión como forma de resolver los problemas. Por otra parte, una respuesta demasiado pasiva o permisiva puede fomentar inadvertidamente el mal comportamiento, provocando consecuencias como el aumento de la agresividad, la intimidación por parte de los alumnos dominantes y la inseguridad entre los compañeros.

Lo que hace falta es que el adulto responda con calma y confianza, dirigiéndose a todos los niños implicados de forma que sirva de modelo de comportamiento constructivo para resolver problemas, enviando un mensaje claro: nuestra clase es un lugar seguro, y así es como resolvemos los problemas: con amabilidad y firmeza al mismo tiempo. Veamos algunas ideas para conseguirlo.

Medio ambiente

  1. Identifica los antecedentes: Busca patrones en el momento en que se produce el comportamiento. Los antecedentes no son las causas del comportamiento, pero son situaciones en las que suele ocurrir con más frecuencia (como durante las transiciones, el tiempo al aire libre o el tiempo de descanso del profesor). Ajusta las rutinas, las transiciones o los procedimientos para reducir o eliminar estos antecedentes. Por ejemplo, si un niño tiende a mostrar agresividad física cuando los niños se ponen en fila, prueba un método de transición alternativo, como permitir que los niños caminen con compañeros cuando estén preparados o asignarle una tarea especial que no requiera que se pongan en fila.
  2. Aumentar la supervisión: Proporciona supervisión adicional a los niños que muestren agresividad física mientras trabajan en la adquisición de nuevas habilidades para relacionarse con los demás (véase Gracia y Cortesía). El objetivo es proteger al niño y a los demás mientras aprende a gestionar sus emociones y a responder adecuadamente a sus compañeros.
  3. Fomenta el juego agresivo seguro: La agresión física se produce a menudo en el patio de recreo. Desarrolla actividades que permitan el juego activo y agresivo dentro de un entorno seguro y controlado para ayudar a los niños a practicar el autocontrol. La agresividad constructiva y orientada a objetivos puede canalizarse mediante actividades como construir con grandes piezas de madera o jugar a juegos organizados como el fútbol o el gaga ball, que son seguros y apropiados para la escuela.

Gracia y cortesía

  1. Observa si hay habilidades sociales rezagadas: Identifica las habilidades sociales que le puedan faltar al niño. Una vez reconocidas, dedica tiempo a enseñar y practicar estas habilidades individualmente (por ejemplo, esperar su turno, pedir lo que quiere, decir “no”, recibir un “no”, pedir unirse a un grupo, etc.). Consulta el enfoque de Gracia y Cortesía para obtener orientación.
  2. Enseña asertividad: Enseña a los niños a imponerse diciendo “Basta” y “No” con firmeza y respeto. Practicad juntos.
  3. Ayuda a los niños a expresar sus sentimientos: Enseña a los niños a identificar y expresar sus emociones. Para los niños más pequeños, utiliza “Bichos y deseos”. Para alumnos de primaria y adolescentes, utiliza “Yo Lenguaje”.
  4. Modela un comportamiento adecuado para niños pequeños y alumnos de primaria: Demuestra qué hacer en diversas situaciones sociales, por ejemplo cómo pedir el turno o cómo decir “Alto”.
  5. Enseña a los niños a intervenir respetuosamente por un compañero: Enseña a los niños cómo intervenir por un compañero de forma respetuosa. Por ejemplo, pueden decir: “Te ha dicho que pares” o “Le estás haciendo daño. Por favor, para”.

Respuestas

  1. Evita hacer suposiciones sobre la agresión física: En lugar de suponer las razones de la agresión física de un alumno, busca la comprensión utilizando Preguntas de curiosidad conversacional y Escucha Reflexiva. Cuando los niños se sienten comprendidos, es más probable que acepten la corrección y se impliquen en el proceso de reparación de la situación.
  2. Sé consciente de tus reacciones a la agresión: Cuando respondemos a un comportamiento agresivo con agresión, modelamos ese comportamiento. Si estás demasiado alterado para abordar la situación con calma y confianza, pide ayuda, tómate un descanso y vuelve a la situación. Esto demuestra las habilidades que quieres enseñar: autocontrol, resolución de problemas y respeto por todos los implicados.
  3. Utiliza la amabilidad y la firmeza: Aborda la agresión física del mismo modo que cualquier otro mal comportamiento: con amabilidad y firmeza. Céntrate en encontrar soluciones en lugar de culpar a alguien.
  4. Ponlos en el mismo barco: Cuando sea apropiado, dirígete a los dos niños implicados en la situación al mismo tiempo, sin tomar partido. Por ejemplo: “Chicos, veo que os estáis haciendo daño. Por favor, tomaos un tiempo para calmaros. Cuando los dos os encontréis mejor, podremos trabajar juntos para resolver el problema”.
  5. Utiliza la reunión de clase: Anima a los niños a plantear estos problemas durante la reunión de clase. Pueden ayudarse mutuamente a aprender cómo manejar la ira y qué hacer cuando alguien les hace daño.
  6. Observa para fomentar el progreso: Observa atentamente los signos de mejora en las habilidades sociales del niño y anota detalladamente estas observaciones. Comparte los progresos con el niño en privado. Por ejemplo, si un niño que solía pegar a los demás mientras esperaba un columpio ahora pide amablemente un turno, registra la interacción. Más tarde, llámale aparte y dile: “Chandra, me he dado cuenta de que hoy, mientras esperabas el columpio, le has pedido amablemente el turno a María. Sé que te has esforzado mucho en ello. ¿Cómo te sientes? Enhorabuena”.
  7. Utiliza un Área de Tiempo Fuera Positivo: Crea un espacio designado en el aula para la autorregulación. Esto puede ayudar a los niños a gestionar sus emociones y comportamientos de forma constructiva.
  8. Crea una Rueda de Elección personalizada: Desarrolla una “Rueda de Elección” individual para ayudar a los niños a identificar formas constructivas de controlar la ira. Enseña y practica estas estrategias con el niño.

Objetivos equivocados

Un niño que se porta mal es un niño desanimado. Los niños que muestran agresividad física a menudo adquieren una reputación negativa entre sus compañeros y sus padres. Esto puede causar una presión indebida sobre el personal docente y los administradores para que “arreglen” el comportamiento inmediatamente. Centrarse en “arreglar” el comportamiento suele implicar respuestas agresivas o punitivas por parte de los adultos. Como ya se ha dicho, es probable que este enfoque agrave el problema o los problemas. Cuando nos centramos en la motivación, o creencia que subyace al comportamiento, abordamos la causa raíz y podemos progresar a largo plazo (véase el Capítulo 3 de Disciplina Positiva en el Aula Montessori para un análisis detallado de los Objetivos Equivocados). Aquí tienes algunas sugerencias para cada uno de los Objetivos Erróneos :

  • Atención Deshecha (Fíjate en Mí, Involúcrame Utilmente): Los niños con atención desatendida hacen daño a los demás para que se fijen en ellos y para que los demás se ocupen de ellos. Establece un tiempo especial y “llénales el cubo” antes de que se porten mal. Muestra fe en el niño para manejar la decepción. Evita las reacciones fuertes y actúa con presencia, calidez y silencio (PWS).
  • Poder equivocado (Déjame ayudar, dame opciones): Los niños con poder equivocado pegan porque quieren demostrarte a ti y a sí mismos que son los que mandan y tienen el control. Involucra al niño en la resolución de problemas utilizando los Cuatro Pasos para el Seguimiento y céntrate en soluciones que eviten pegar y en alternativas a los golpes. Asegúrate de identificar los puntos fuertes de este niño y de encontrar formas de utilizar su poder personal de manera constructiva. Una contribución significativa proporciona un profundo sentido de conexión y sentimientos de responsabilidad hacia la comunidad.
  • Venganza (Me duele, valida mis sentimientos): Los niños con la venganza como objetivo erróneo hieren a otros porque se sienten heridos (aunque a menudo no parecen sentirse heridos). Acércate primero al niño que ha hecho daño al otro e infórmale de lo ocurrido. Pregúntale si está bien y valida primero sus sentimientos. Después de hablar con el agresor, dile: “Parece que tu amigo también está herido. ¿Qué puede estar sintiendo? ¿Te gustaría ver cómo están?” Esto parece contraintuitivo, pero es fundamental que un niño con la Venganza como objetivo erróneo se sienta comprendido y validado para apoyar un cambio positivo a largo plazo. Nota: No estás abandonando al niño que fue herido, sino apoyando un proceso de reparación y el desarrollo de la empatía. Si el niño herido necesita atención inmediata, intenta que otro adulto le atienda mientras tú te ocupas del niño que golpea.
  • Ineptitud supuesta (No te rindas, muéstrame un pequeño paso): Los niños con insuficiencia supuesta pueden rendirse haciendo daño a otros niños. Evita la crítica y la culpa. En su lugar, céntrate en enseñarles habilidades sociales rezagadas y anímales a utilizar sus puntos fuertes e intereses para apoyar a otros niños. Anima cada pequeño progreso. Tómate tiempo para hacer una lluvia de ideas con el niño sobre cómo “desatascarse” cuando se sienta abrumado.

Una historia alentadora

Melanie era una alumna de 6 años de la escuela primaria inferior. Hacía daño a otros niños, a menudo durante discusiones. Sus profesores empezaron a darle mensajes muy fuertes y a hacerla salir de clase o del patio cada vez que hacía daño a otro niño. Su comportamiento empeoró y se aisló cada vez más de los demás niños. Muchos de ellos dejaron de trabajar con ella o de jugar con ella.

Un día, en el patio de recreo, su profesora, Sonya, observó a Melanie jugando con otras dos niñas. Melanie les exigía que jugaran según sus reglas y no dejaba a sus compañeras espacio para contribuir. Al final, las dos niñas le dijeron que ya no querían jugar con ella. Sonya llegó justo a tiempo para ver cómo Melanie les daba un puñetazo en la nuca mientras se alejaban. Esa misma tarde, Sonya se tomó un tiempo para hablar con Melanie. Le dijo: “Me he dado cuenta de que lo estabas pasando muy mal con Rosa y Sunita. ¿Qué ha pasado?”

Melanie explicó que nunca querían jugar de la forma “correcta” y que siempre la excluían. Sonya dijo: “Parece que te cuesta hacer amigos. Debes de sentirte sola”. Melanie empezó a llorar. Después de consolar a Melanie, Sonya le preguntó: “Estoy segura de que hay otros niños en nuestra clase que han tenido el mismo problema. ¿Te gustaría plantearlo en la reunión de la clase para que el grupo te ayude?”. Melanie aceptó.

Unos días más tarde, el problema de Melanie apareció en el orden del día. Lo compartió con la clase: “Me he sentido sola. Me cuesta hacer amigos. Sigo intentándolo, pero no funciona. Parece que no le gusto a nadie”. Sonya preguntó al grupo si alguien más había tenido alguna vez problemas para hacer amigos o se había sentido solo. Casi todos levantaron la mano, y algunos compartieron sus historias con Melanie. A continuación, la clase hizo una lluvia de ideas para hacer amigos, y Melanie eligió una idea que quería probar. Dijo: “Me gustaría probar a dejar que otras personas ayuden a poner las reglas”.

La elección de Melanie sorprendió a Sonya. “A los niños se les ocurrieron muchas ideas para ayudar. No me di cuenta de lo consciente que era Melanie de sí misma hasta que eligió esa solución. Ese día aprendí mucho sobre ella. Y los demás niños también aprendieron mucho sobre cómo hacer amigos”.

Además de la reunión de clase, Sonya empezó a trabajar independientemente con Melanie sobre cómo negociar con sus amigos y cómo practicar el alejarse cuando estaba enfadada. Los golpes de Melanie disminuyeron durante el mes siguiente, y otros niños empezaron a invitarla a trabajar y jugar con ellos.

Referencias

Liu, Jianghong. Lewis, Gary. Evans, Lois. (2012). Comprender el comportamiento agresivo a lo largo de la vida. Revista de Enfermería Psiquiátrica y de Salud Mental. Abril de 2012.

Montessori, M. (1995). La mente absorbente. Nueva York, Henry Holt.

Nelsen, J. DeLorenzo, C. (2021). Disciplina positiva en el aula Montessori. Prensa para padres e hijos.

Si te ha resultado útil, compártelo utilizando los botones de abajo.

Sobre el autor

Picture of Chip DeLorenzo

Chip DeLorenzo

Chip DeLorenzo, educador Montessori experimentado que ha desempeñado diversas funciones durante más de 25 años, es formador, consultor y coautor de Positive Discipline in the Montessori Classroom (Disciplina positiva en el aula Montessori). Trabaja con profesores, padres y escuelas de todo el mundo para ayudarles a crear entornos Montessori que promuevan el respeto mutuo, la cooperación y la responsabilidad.

Subscribe
SUBSCRIBE NOW

Join Our Newsletter

Monthly Newsletter and Information on Upcoming Events
close-link
Ir arriba